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Dos Pontífices Santos - Canonización de Juan XIII y de Juan Pablo II

El domingo 27 de abril de 2014, llegó el esperado día de la canonización de los dos Papas Juan XXIII y Juan Pablo II.

La noche del sábado miles de fieles participaron en las numerosas vigilas de oración en diversas iglesias de Roma entre cantos, plegarias, adoración eucarística y confesiones. Entre la gran cantidad da peregrinos procedentes de todo el mundo, los más numerosos eran los polacos llegados para participar en esta máxima etapa de su pastor. Estuvieron presentes también muchos bergamascos, hijos espirituales de Juan XXIII.

Fotos de la visita: gentileza del Sr. Victor Bugge

  

 

En la ceremonia de canonización en la Plaza San Pedro participaron medio millón de personas, a las que hay que sumar las trescientas mil que siguieron la ceremonia en las pantallas gigantes distribuidas en la ciudad de Roma.

A ellos se sumaron las delegaciones oficiales de más de 100 países que contaron con más de veinte Jefes de Estado y numerosas personalidades del mundo de la política y la cultura.

La delegación Argentina estuv integrada integrada por el Señor Canciller Héctor Timmerman,  el Presidente del Parlamento Argentino Dr. Julián Dominguez, el Secretario de Culto de la Nación Embajador Guillermo Oliveri y los Dipútados Nacionales Federico Pinedo y Mario Barletta. Además estuvieron presentes el Director de Culto Católico, el Dr. Luis Saguier Fonrouge, el Asesor a la Secretaría de Culto, el Rvdo. Padre Domingo Bresci.

Finalmente, cabe destacar que tomaron parte en la celebración también las dos protagonistas de los milagros de Juan Pablo II, Sor Adele Labianca y Floribeth Mora Díaz.

Los fieles se prepararon para la celebración rezando la corona del rosario de la Divina Misericordia, intercalada con textos del magisterio de ambos pontífices. El rezo fue precedido por el Himno al beato Juan XXIII ''Pastor bueno de la grey de Cristo'' y finalizado con el Himno al beato Juan Pablo II ''Abrid las puertas a Cristo''.

Su Santidad el Papa Francisco concelebró la Solemne Santa Misa junto al Papa Emérito Benedicto XVI, quien llegó al atrio de la Basílica Vaticana alrededor de las 9.30 y fue acogido afectuosamente por los aplausos de los presentes.

El Papa Francisco ingresó en la Plaza poco después de las diez y antes de proceder al rito de la proclamación de los nuevos santos, se dirigió al Papa Emérito para abrazarlo.

Luego, Cardenal Angelo Amato, S.D.B., Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, acompañado de los postuladores solicitó al Papa Francisco que inscribiera el nombre de los dos Papas beatos en el Catálogo de los Santos.

El Santo Padre pronunció la fórmula de canonización y a continuación se le presentaron los relicarios de los nuevos santos, que permanecieron expuestos en el altar durante la celebración.

Después de la proclamación del Evangelio, el Santo Padre pronunció una homilía en la que definió a San Juan XXIII como ''el Papa de la docilidad al Espíritu Santo'' y a San Juan Pablo II como ''el Papa de la Familia'' , auspiciando "que estos dos nuevos santos son pastores del Pueblo de Dios.

Finalmente, concluyó la homilía pidiendo a los dos Papas Santos que " intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama''.

A conclusión de la ceremonia, la basílica de San Pedro permaneció abierta desde las 14 hasta las 22 horas para que los peregrinos pudieran venerar los cuerpos de los dos Papas canonizados en cuyas urnas de cristal ya se ha añadido la palabra santo.

Para leer el texto completo de la homilia del Papa Francisco:

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2014/documents/papa-francesco_20140427_omelia-canonizzazioni.html

Para descargar el librito de la celebración:

http://www.vatican.va/news_services/liturgy/libretti/2014/20140427-libretto-canonizzazione.pdf

 

 

VISITAS DE JUAN PABLO II A LA ARGENTINA

Fuente: www.aica.org

Fotos de la visita: gentileza del Sr. Victor Bugge

 

Primera visita: 11 y 12 de junio de 1982

El 2 de abril de 1982 la Argentina recupera las Islas Malvinas, lo que desencadena la reacción británica y sobreviene la guerra entre la Argentina y el Reino Unido. En esos días se conoce la noticia de que el 28 de mayo el Papa haría una visita apostólica a Gran Bretaña, largamente preparada. Es entonces cuando Juan Pablo II, con paternal delicadeza, decide efectuar fuera de todo programa y sin preparación alguna, una visita fugaz a la Argentina. Inmediatamente escribe una carta a los argentinos fechada el 25 de mayo, que comenzaba diciendo: «A los queridos hijos e hijas de la Nación Argentina: Os escribo por mi propia mano porque siento que debo repetir el gesto paternal del Apóstol Pablo hacia sus hijos, abrazándolos en la fe». El Sumo Pontífice expresó que su viaje a la Argentina era eminentemente pastoral. «Mi viaje a la capital argentina –dijo– es un viaje de amor, de esperanza y de buena voluntad, de un Padre que va al encuentro de los hijos que sufren».

Esta visita constituyó, según opinión de numerosos y caracterizados testigos argentinos y extranjeros, un «acontecimiento nunca visto en el país» y «tal vez la mayor concentración de gente que haya recibido el Papa en sus trece visitas hasta el presente».

 

11 de junio

A las 8.50 aterrizó en el aeropuerto internacional de Ezeiza el avión que conducía a Juan Pablo II. El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Juan Carlos Aramburu y el nuncio apostólico, monseñor Ubaldo Calabresi, subieron a la aeronave a dar la bienvenida al Papa. Luego de besar el suelo argentino, el Santo Padre fue recibido por el Presidente de la Nación, General Leopoldo Fortunato Galtieri y por autoridades civiles y militares. Durante los 40 kilómentros de su viaje hacia la catedral de Buenos Aires por las autopistas Ricchieri y 25 de Mayo, miles de personas, a pesar del crudo tiempo invernal, saludaban con desbordante entusiasmo al Santo Padre, que respondía visiblemente emocionado a los saludos de la multitud.

En la catedral metropolitana lo esperaban sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas y miembros de movimientos eclesiales, junto con los obispos argentinos y presidentes de las conferencias episcopales de Latinoamérica. Luego de orar ante el Santísimo Sacramento, pronunció un alocución e impartió la bendición a los presentes.
En la Casa Rosada, fue recibido por el Presidente y tuvo un encuentro con los miembros de la Junta Militar. Luego pasó a la capilla de la Casa de Gobierno donde oró unos momentos. Antes de retirarse el Santo Padre se asomó al balcón para saludar a la inmensa muchedumbre que colmaba la Plaza de Mayo.

Poco después de las 14 el Santo Padre inició su viaje a Luján, distante 70 kilómetros de Buenos Aires. En la Basílica Nacional, ante la imagen de la Patrona de la Argentina, Juan Pablo II oró por la paz, luego le ofreció a la histórica imagen la «Rosa de Oro» que le había traído desde Roma. Concelebró la Misa con los cardenales, obispos y sacerdotes presentes, ante una multitud calculada en una cifra cercana a las 700.000 personas. Juan Pablo II pronunció una homilía en la que exhortó a imitar a Cristo, pidió por los muertos en la guerra con Gran Bretaña y por la rápida terminación del conflicto.

 

Sábado 12

El Santo Padre comenzó la jornada trasladándose a la Curia Metropolitana donde tuvo un encuentro con los cardenales y obispos argentinos, los presidentes de las conferencias episcopales de Latinoamérica y los miembros directivos del CELAM. Luego de orar en la capilla de la Curia, comenzó su reunión con los obispos, a los que le dirigió un mensaje a puertas cerradas.

Luego de saludar a la multitud desde los balcones de la Curia arzobispal se dirigió en «papamóvil» hasta Palermo, donde junto al Monumento de los Españoles se había levantado un gigantesco altar cubierto en el que se concelebró la Santa Misa ante una inmensa multitud, en su mayoría jóvenes. Durante su homilía se refirió a la celebración del Corpus Christi, habló a los jóvenes argentinos, pidió por la paz y recordó a los muertos y heridos en la guerra de las Malvinas.

 

Finalizada la misa, nuevamente con la repetición de un mismo espectáculo, abigarradas y entusiastas multitudes aplaudieron y vitorearon el paso del Papa por las calles de Buenos y por las autopistas que lo condujeron al Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Después de una conversación a solas con el Presidente Galtieri, de unos 20 minutos, el Pontifície pronunció el discurso de despedida que concluyó con un «¡Hasta la vista!».

 

Segunda visita: 6 al 12 de abril de 1987

En 1987, durante la semana que se inició el lunes 6 y concluyó el domingo 12 de abril (Domingo de Ramos), la Argentina vivió uno de los acontecimientos más trascendentales de su historia religiosa: la segunda visita del Papa Juan Pablo II, que como maestro de la fe efectuó un recorrido por el país que abarcó 10 ciudades: Buenos Aires, Bahía Blanca, Viedma, Mendoza, Córdoba, Tucumán, Salta, Corrientes, Paraná y Rosario.

 

Lunes 6 de abril

En el aeroparque Jorge Newbery, al que llegó a las 16, el Papa dijo que sentía una «profunda alegría y una gran emoción al pisar por segunda vez esta bendita tierra de la Argentina. Vuelvo ahora en visita pastoral para seguir cumpliendo la misión que el Señor me ha encomendado, de evangelizar y ser Maestro de la fe, ejerciendo a la vez, como sucesor de Pedro, el ministerio de confirmar a mis hermanos».

Desde el aeropuerto se trasladó en Papamóvil a la catedral metropolitana, distante 8, donde dirigió un discurso al clero y al pueblo de Dios.

Desde la catedral se dirigió a la vecina Casa de Gobierno. El presidente Alfonsín, en un gesto excepcional, recibió al Papa al pie de la escalinata que da a la calle Rivadavia. Desde allí lo acompañó hasta su despacho, donde tuvieron una conversación privada. Durante la misma el primer mandatario obsequió a Su Santidad un rosario de un metro de largo, realizado en plata y rodocrocita. A continuación se dirigió al Salón Blanco para un encuentro con los dirigentes políticos, representantes de las dos cámaras legislativas, miembros del Poder judicial y ministros y secretarios de Estado.

Terminado el encuentro con las autoridades del país, Juan Pablo II se asomó al balcón de la Casa Rosada para saludar a la gran multitud congregada en la plaza. Luego se dirigió en papamóvil a la Nunciatura Apostólica, donde tuvo un encuentro con los 65 jefes de misión del cuerpo diplomático.

 

Martes 7 de abril

Juan Pablo II comenzó su jornada a las 8 trasladándose a la ciudad de Bahía Blanca, donde fue recibido por unas 130.000 personas con el canto «Gracias, Juan Pablo», compuesto con motivo de esta visita por el músico local Walter Giménez. En su homilía trató sobre «la evangelización del mundo rural». La ofrenda de un gran cesto de trigo recordó la generosidad ubérrima de la pampa húmeda.

El próximo destino fue la ciudad de Viedma adonde llegó a las 13.30 para tener allí una celebración de la Palabra. El tema de la misma tuvo caracter misionero. El obispo de Viedma, monseñor Hesayne, dirigió al Pastor universal un saludo de bienvenida y el Romano Pontífice pronunció a su vez un discurso que tenía como tema central la «nueva evangelización».

Terminada la ceremonia, la comitiva papal volvió a tomar el avión para dirigirse al aeropuerto El Plumerillo, de Mendoza, a 1.012 kilómetros. El Papa llegó a las 16.45 y se trasladó hasta el sitio donde iba a tener lugar la celebración de la Palabra. Había unas 200.000 personas. El Papa fue recibido por un coro de 250 voces, que entonó «Tú eres Pedro», y luego siguió una canción de cuna polaca. El arzobispo de Mendoza, monseñor Candido Rubiolo, dirigió al Pontífice un discurso de salutación. A continuación hubo una plegaria por la paz, y luego el Padre Santo pronunció un discurso. Tanto la alocución papal como todos los textos litúrgicos, estuvieron centrados en el tema de la paz: esto tenía un especial significado, dada la posición geográfica de Mendoza, limítrofe con Chile. A las 19 Su Santidad se trasladó al aeropuerto y viajó a Córdoba, que dista de allí a 465 kilómetros, donde pasó la noche.

 

Miércoles 8 de abril

En Córdoba Juan Pablo II comenzó su jornada a las 8 de mañana, trasladándose a la catedral. Dentro del templo esperaban al Papa 300 enfermos e inválidos, que representaban a todos los enfermos del país. El Papa luego de adorar al Santísimo dirigió una alocución a los enfermos. Desde la catedral se dirigió en papamóvil al Área Material Córdoba, donde presidió la misa. Hubo palabras de bienvenida del arzobispo de Córdoba, cardenal Raúl F. Primatesta. A su vez el Papa en la homilía trató el tema de la familia.

Por la tarde se dirigió nuevamente al aeropuerto y subió al avión que lo llevó al aeropuerto Benjamín Matienzo, de Tucumán, ciudad que dista de Córdoba a 510 kilómetros. Fue recibido con gran entusiasmo por unas 80.000 personas, la mayoría de las cuales llegaron a pie desde la ciudad de San Miguel de Tucumán. El aeropuerto se había transformado en un enorme palco sobre el que se alzaba una gran cruz de hierro. El encuentro revistió la forma de celebración de la Palabra. El arzobispo local, monseñor Horacio Bózzoli, dio la bienvenida al Papa y luego él pronunció su homilía sobre el amor de los cristianos a su Patria.

Terminado el acto, la comitiva papal tomó el avión que lo trasladó a Salta, a 234 kilómetros. Desde el aeropuerto, el Papa fue al hipódromo de Limache, para tener un encuentro con los fieles de la arquidiócesis, encuentro que tenía como tema «El V centenario de la evangelización de América Latina», dado que la evangelización de la Argentina comenzó por estas latitudes. En la celebración estaban presentes más de 1.500 representantes de los indios quechuas, tobas, matacos y chiriguanos que vinieron desde distintos puntos. El arzobispo local, monseñor Moisés Julio Blanchoud, dio la bienvenida al Padre Santo y a su vez el Romano Pontífice pronunció una alocución referida al tema del encuentro. Una vez terminada la celebración, la comitiva papal entró en la ciudad. El Papa cenó y pernoctó en el arzobispado.

 

Jueves 9 de abril

Por la mañana, desde el arzobispado salteño se dirigió hacia la catedral para hacer una visita no prevista a las imágenes del Señor y de la Virgen del Milagro. Después de haberse detenido unos momentos para adorar al Santísimo, el Santo Padre habló a los presentes, invitándolos a reflexionar sobre el misterio de la redención.

Luego viajó a Corrientes, a 740 kilómetros de distancia, donde bajo una torrencial lluvia fue recibido y saludado por el arzobispo de Corrientes, monseñor F. Antonio Rossi. Para los 100.000 fieles que participaban era como si resplandeciese el sol, permanecieron quietos, en sus sitios, rezando con el Pontífice, sin preocuparse del auténtico río de agua que caía sobre sus cabezas. Fue un gran testimonio de fe y de amor. La misa concelebrada con los obispos del Nordeste Argentino estuvo dedicada al tema «La religiosidad popular y la piedad mariana en la nueva evangelización».

Por la tarde viajó a Paraná, que dista 510 kilómetros. Fue recibido por el arzobispo de Paraná, monseñor Estanislao Esteban Karlic y luego se dirigió a la explanada que hay al salir de la aeroestación. El encuentro tuvo como tema «El mundo y los inmigrantes», debido a la gran cantidad de inmigrantes que hay en la zona. Terminada la ceremonia religiosa, Juan Pablo II fue a pie hasta el avión, saludando a la gente, y partió rumbo al aeropuerto de Buenos Aires.

Al llegar de nuevo a la capital argentina se trasladó en papamóvil hasta la Nunciatura Apostólica. La gente se agolpaba en este lugar y aclamaba a Juan Pablo II, de suerte que tuvo que salir al balcón a saludar a la muchedumbre. Luego, en un salón de la Nunciatura, tuvo un encuentro con representantes de la comunidad judía en la Argentina.

 

Viernes 10 de abril

El viernes, a las 8.15, recorriendo en coche descubierto 18 kilómetros, se trasladó desde la Nunciatura Apostólica al estadio del club Vélez Sársfield, donde celebró la santa misa, dedicada a las personas consagradas y a los agentes de pastoral, aunque asistían también numerosos fieles: había unas 30.000 personas. Concelebraron con el Papa más de 2.000 sacerdotes y estaban presentes unos 1.700 seminaristas, 3.000 religiosas y 400 monjas de clausura.

Terminada la celebración eucarística, el Papa se dirigió en papamóvil a la catedral de los ucranios, donde saludó a los niños que vestían trajes típicos nacionales ucranios. En el interior había unas 1.000 personas. El eparca, monseñor Andrés Sapelak, dirigió al Papa un saludo y luego de la coronación del ícono de la Virgen de Prokov el Santo Padre dirigió una alocución a los ucranios. Luego nuevamente en papamóvil se dirigió a la Nunciatura.
Por la tarde fue al Mercado Central de Buenos Aires, donde unos 300.000 trabajadores lo saludaron con gran entusiasmo; el Papa bendijo una capilla erigida en el lugar en recuerdo de su vida, el obispo de San Justo, monseñor Rodolfo Bufano dirigió un saludo al Pontífice, quien pronunció un discurso sobre la evangelización del mundo del trabajo.
Desde ahí el Papa se trasladó directamente al estadio Luna Park, donde tuvo un encuentro con la comunidad polaca en la Argentina. Pronunció su discurso en polaco y, terminado el acto se dirigió a la Nunciatura donde por la noche transmitió por radio y televisión un mensaje a todos los presos del país.

 

Sábado 11 de abril

A las 8 de la mañana se dirigió al aeroparque rumbo a la ciudad de Rosario, a 204 kilómetros de Buenos Aires. El arzobispo de Rosario, monseñor Jorge M. López, le dió la bienvenida y la homilía papal tuvo como tema la «Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo». Finalizada la misa el Papa pronunció una plegaria en el Monumento a la Bandera.

Luego del almuerzo en la sede arzobispal voló a Buenos Aires. Cuando se inició el vuelo Su Santidad pidió al piloto que desviara la ruta, a fin de pasar, en vuelo rasante, sobre la Basílica Nacional de Nuestra Señora de Luján. Cuando la nave aérea sobrevolaba la ciudad de Luján, Juan Pablo II llamó a los cardenales Aramburu y Primatesta y juntos rezaron el Santo Rosario.

Desde el aeroparque se dirigió en papamóvil al estadio Luna Park para tener un encuentro con unos diez mil empresarios argentinos. Monseñor Italo Severino Di Stéfano, arzobispo de San Juan y presidente del Equipo Episcopal de Pastoral Social, dirigió al Santo Padre una bienvenida y por su parte el Papa pronunció un discurso a los empresarios.

A las 18, en la Nunciatura Apostólica, tuvo un encuentro con los representantes de la comunidad islámica en la Argentina. A la noche, la comitiva papal se dirigió en papamóvil a la avenida 9 de Julio, para el primer encuentro con los jóvenes presentes en Buenos Aires con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. Una impresionante multitud de jóvenes (unos 60.000 eran los no argentinos provenientes de las más diversas partes del mundo), recibió a Juan Pablo II con las las luces de colores y los sonidos luminosos y festivos de los fuegos artificiales, y por el ondear de miles de pañuelos y banderas. El cardenal Pironio le dio la bienvenida. A continuación dos jóvenes también le dieron la bienvenida en nombre de todos. Luego comenzó el diálogo por medio de representaciones escénicas. A continuación hablaron jóvenes de diversos países y luego Juan Pablo II pronunció el esperado discurso a los jóvenes.

 

 

Domingo 12 de abril

El Papa comenzó su jornada a las 8 con un encuentro ecuménico en los salones de la Nunciatura. Participaron 35 personas representantes de diversas confesiones cristianas. Monseñor Mario José Serra, presidente del Equipo Episcopal de Ecumenismo, dirigió al Santo Padre unas palabras de salutación y Juan Pablo II respondió con un breve discurso a los hermanos separados.

Luego celebró en la avenida 9 de Julio la misa del Domingo de Ramos, con la que se clausuraba la Jornada Mundial de la Juventud. Era la primera vez, en la historia moderna del papado, que el Santo Padre no celebraba la fiesta de Ramos en Roma. Se calcula que había alrededor de 1.000.000 de personas, la mitad jóvenes. Estaba presente el presidente de la República, doctor Raúl Alfonsín. En el altar se había colocado la auténtica imagen de la Virgen de Luján, que el día anterior había sido traída procesionalmente por los jóvenes.

El Padre Santo pronunció la homilía del Domingo de Ramos. A las palabras del Papa respondieron los jóvenes con un acto de compromiso. Al terminar la misa, el Papa ·«envió» a los jóvenes al mundo y dio una cruz a cinco de ellos que representaban cada uno de los cinco continentes.

Luego Su Santidad se dirigió a la imagen de la Virgen de Luján y pronunció el acto de consagración a Nuestra Señora. Terminada la celebración, el Papa rezó el «Angelus» ante la imagen de la Virgen de Luján. Antes de recitar la plegaria mariana, leyó una breve meditación dominical.

Desde la avenida 9 de Julio, Juan Pablo se trasladó en papamóvil a la sede de la Conferencia Episcopal Argentina que bendijo e inauguró (Suipacha 1034). Tras almorzar con todos los obispos en la misma sede, tuvo un encuentro con la Conferencia Episcopal Argentina en donde dirigió un mensaje a los obispos.

Después de este acto se trasladó al Teatro Colón para tener un encuentro con el mundo de la cultura argentina. Luego de las palabras de monseñor Estanislao Karlic, presidente de la Comisión Episcopal de Fe y Cultura, el Padre Santo pronunció una alocución a los hombres de la cultura.

Del Teatro Colón el Papa salió rumbo al aeropuerto de Ezeiza donde pronunció un discurso de despedida. A las 19.30 despegó el avión papal: un Boeing 747 Jumbo de Aerolíneas Argentinas, rumbo a la Ciudad Eterna. La segunda visita de Juan Pablo II al país había finalizado, dejando en todos una profunda emoción.

 

VIDA Y OBRAS DEL SANTO JUAN XIII

 

Angelo Giuseppe Roncalli nació en Lombardía, Italia, el 25 de noviembre de 1881. Fue el cuarto hijo de un total de catorce del matrimonio formado por Giovanni Battista Roncalli (1854–1935) y Marianna Giulia Mazzolla (1854–1939) quienes trabajaban como aparceros. El ambiente religioso de su familia y la vida parroquial bajo la guía del padre Francesco Rebuzzini, le proporcionaron a Angelo formación cristiana. Ingresó en el seminario de Bérgamo en 1892. En 1896 fue admitido en la Orden Franciscana Seglar por el director espiritual del Seminario de Bérgamo, el Padre Luigi Isacchi.  El 10 de agosto de 1904 fue ordenado sacerdote en la Basílica de Santa María de Monte Santo, en la Piazza del Popolo. En 1905, fue nombrado secretario del Obispo de Bérgamo, Giacomo Radini Tedeschi, y en el año siguiente fue el encargado de la enseñanza de Historia y Patrología en el seminario de Bérgamo.

Durante la Primera Guerra Mundial, ejerció primero como sargento médico y más tarde como capellán militar. En 1921, fue llamado desde Roma por el Papa Benedicto XV para ocupar el cargo de Presidente para Italia del Consejo Central de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe.

El papa Pío XI lo designó simultáneamente Arzobispo de Areopoli y enviado oficial para Bulgaria el 3 de marzo de 1925. El 19 de marzo de 1925 Angelo Giuseppe Roncalli fue consagrado Arzobispo titular de Areopoli. Eligió como su lema episcopal "Obedientia et Pax". En Bulgaria, realizó su labor apostólica visitando las comunidades católicas y estableciendo relaciones de respeto y estima con otras comunidades cristianas, en especial de la Iglesia Ortodoxa. En efecto, su labor fue tan fructífera que se lo designó delegado apostólico para Bulgaria el 16 de octubre de 1931.

El 30 de noviembre de 1934 fue designado Arzobispo títular de Mesembria y el 12 de enero de 1935 fue nombrado delegado apostólico para Turquía (vicario apostólico de Estambul, antigua Vicaría Apostólica de Constantinopla). El mismo día se lo designó Delegado Apostólico para Grecia, atendiendo desde Estambul los asuntos relativos a ambos países.

Su intervención para socorrer a miles de judíos de la persecución nazi mientras servía como Delegado Apostólico del Vaticano en Turquía durante la Segunda Guerra Mundial fue proverbial.

El 23 de diciembre de 1944, el Papa Pío XII lo nombró nuncio apostólico de Francia. Contribuyó a normalizar la organización eclesiástica en Francia, desestabilizada por los numerosos obispos que habían colaborado con los alemanes. Gracias a su cortesía, su sencillez, su buen humor y su amabilidad pudo resolver los problemas y conquistar el corazón de los franceses y de todo el Cuerpo Diplomático.

El 12 de enero de 1953 el papa Pío XII lo crea Cardenal presbítero con el título de Santa Prisca, siendo designado tres días después como patriarca de Venecia.

Como patriarca de Venecia, solía navegar por los canales de la ciudad sin la vestimenta de cardenal, y detenerse para hablar con los gondoleros, las prostitutas y menesterosos, quienes le contaban sus problemas. Su forma de ejercicio del poder se caracterizó por el servicio y el perdón.
 
El 28 de octubre de 1958, contando con casi 77 años, Roncalli fue elegido papa ante la sorpresa de todo el mundo. Escogió el nombre de Juan (nombre de su padre y del patrón de su pueblo natal, aunque escogió este nombre por el evangelista de nombre Juan). Fue entronizado el 4 de noviembre (21 días antes de su cumpleaños 77) por el cardenal Nicola Canali, protodiácono de San Nicola in Carcere Tulliano.

Después del largo pontificado de su predecesor, los cardenales parecieron escoger un Papa de transición a causa de su avanzada edad y de su modestia personal.

Ni los cardenales ni el resto de la Iglesia esperaban que el temperamento alegre, la calidez y la generosidad del papa Juan XXIII cautivaran los afectos del mundo de una forma en que su predecesor no pudo. Al igual que Pío XI pensaba que el diálogo era la mejor forma para dar solución a un conflicto. En seguida empezó una nueva forma de ejercer el papado. Fue el primero desde 1870 que ejerció su ministerio de obispo de Roma visitando personalmente las parroquias de su diócesis. Al cabo de dos meses de haber sido elegido, dio ejemplo de obras de misericordia: por Navidad visitó los niños enfermos de los hospitales Espíritu Santo y Niño Jesús; al día siguiente fue a visitar los prisioneros de la cárcel Regina Coeli.

      

En su primera medida de gobierno vaticano, que le enfrentó con el resto de la curia, redujo los altos estipendios (y la vida de lujo que, en ocasiones, llevaban los obispos y cardenales). Asimismo, dignificó las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano, que hasta ese momento carecían de muchos de los derechos de los trabajadores de Europa, y además retribuidos con bajos salarios. Por primera vez en la historia nombra cardenales indios y africanos.

En una visita a Europa, el presidente de Argentina, Arturo Frondizi visitó El Vaticano y conoció al Papa, quien le dio el apodo de "el estadista de América", también le dijo que en Italia hacían falta políticos como él.

Tres meses después de su elección, el 25 de enero de 1959, en la Basílica de San Pablo Extramuros y ante la sorpresa de todo el mundo anunció el XXI Concilio Ecuménico -que posteriormente fue llamado Concilio Vaticano II-, el I Sínodo de la Diócesis de Roma y la revisión del Código de Derecho Canónico. Este Concilio fue inspirado en la figura del Papa Pío IX precursor del Concilio Vaticano I y quien, según el papa Juan XXIII, nadie en la historia de la Iglesia había sido tan amado y tan odiado a la vez.

El 11 de octubre de 1962 el Papa Roncalli abrió el Concilio Vaticano II en San Pedro. Este Concilio cambiaría el rostro del catolicismo: una nueva forma de celebrar la liturgia (más cercana a los fieles), un nuevo acercamiento al mundo y un nuevo ecumenismo. Respecto de esto último, Juan XXIII había creado en 1960 el Secretariado para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, era una comisión preparatoria al Concilio que más tarde permanecería bajo el nombre de Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. Era la primera vez que la Santa Sede creaba una estructura consagrada únicamente a temas ecuménicos. Para la presidencia de ese organismo el Papa designó al cardenal Augustin Bea, quien luego se convertiría en una de las figuras determinantes del Concilio Vaticano II.

Desde la apertura del Concilio, el Papa Juan XXIII enfatizó la naturaleza pastoral de sus objetivos: no se trataba de definir nuevas verdades ni condenar errores, sino que era necesario renovar la Iglesia para hacerla capaz de transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos (un aggiornamento), buscar los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, buscar lo bueno de los nuevos tiempos y establecer diálogo con el mundo moderno centrándose primero "en lo que nos une y no en lo que nos separa".

Al Concilio fueron invitados como observadores miembros de diversos credos, desde creyentes islámicos hasta indios americanos, al igual que miembros de todas las Iglesias cristianas: ortodoxos, anglicanos, cuáqueros, y protestantes en general, incluyendo, evangélicos, metodistas y calvinistas no presentes en Roma desde el tiempo de los cismas.

El 2 de diciembre de 1960 se reunió en el Vaticano con el arzobispo de Canterbury, Geoffrey Francis Fisher. Era la primera vez en más de 400 años, desde la excomunión de Isabel I, que la máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra se reunía con el Papa. Durante su Pontificado nombró 37 nuevos cardenales, entre los cuales por primera vez un tanzano, un japonés, un filipino, un venezolano, un uruguayo y un mexicano.

El 3 de enero de 1962 excomulgó a Fidel Castro, iniciativa amparada en condenas expresadas por el papa Pío XII en 1949.

Juan XXIII escribió ocho encíclicas en total, según el siguiente orden cronológico:

- Ad Petri Cathedram (29 de junio de 1959)
- Sacerdotii Nostri Primordia (1 de agosto de 1959)
- Grata Recordatio (26 de septiembre de 1959)
- Princeps Pastorum (28 de noviembre de 1959)
- Mater et Magistra (15 de mayo de 1961)
- Aeterna Dei Sapientia (11 de noviembre de 1961)
- Paenitentiam Agere (1 de julio de 1962)
- Pacem in terris (11 de abril de 1963)

Su magisterio social en las encíclicas Mater et Magistra y Pacem in terris fue profundamente apreciado. En ambas pastorales se insiste sobre los derechos y deberes derivados de la dignidad del hombre como criatura de Dios. La encíclica Pacem in terris fue dirigida no solo a los católicos, sino «a todos los hombres de buena voluntad». Escrita en plena guerra fría luego de la crisis de los misiles en Cuba de octubre de 1962, la encíclica contiene un rechazo incondicional de la carrera de armamentos y de la guerra en sí misma. Sostiene que en la era atómica resulta impensable que la guerra se pueda utilizar como instrumento de justicia. Esto, a su vez, implicó una virtual abolición del concepto de guerra justa.

El 23 de mayo de 1963 se anunció públicamente la enfermedad del Papa: cáncer de estómago que, según su secretario Loris F. Capovilla, le fue diagnosticado en septiembre de 1962. El Papa no quiso dejarse operar temiendo que el rumbo del Concilio se desviara de lo estipulado. De este modo, después de sufrir esta grave enfermedad, el papa Juan XXIII falleció en Roma el 3 de junio de 1963.

Finalizó sus días sin ver concluida su obra mayor, a la que él mismo consideró "la puesta al día de la Iglesia".

Fue sucedido por Pablo VI, quien en 1965 iniciaría el proceso de beatificación del propio Juan XXIII después de la clausura del Concilio Vaticano II. Durante el Concilio Vaticano II muchos obispos quisieron proclamar a Juan XXIII santo por aclamación. Pero Pablo VI prefirió recorrer el camino institucional y abrió en 1965 la causa de beatificación. Por el “Papa Bueno”, uno de los mas amados en la historia de la iglesia, no se hicieron descuentos ni atajos. El proceso canónico ha tomado en cuenta la opinión y ha respondido a la objeción de todos aquellos que manifestaron su duda sobre la canonización de Roncalli.

De 1966 a la conclusión de la fase del proceso fueron recogidos mas de 300 testimonios en el curso de 18 procesos de información. Para la beatificación es necesario un milagro y en el caso del pontífice fue la curación improvisa, de la religiosa Caterina Capitani de las Hijas de la Caridad, en el 25 de Nápoles mayo de 1996, enferma de una gastritis ulcerosa hemorragia muy grave y arriesgaba la vida. La religiosa, después de rezar al Papa Juan XXIII junto a sus hermanas, en una visión lo vio mientras la tranquilizaba, después de este evento recupero la salud, tal curación fue después declarada científicamente inexplicable por parte de la Consulta médica de la Congregación para las Causas de los Santos. Los consultores teológicos y los padres, Cardenales y Obispos de la Congregación reconocieron el milagro de III grado; Juan Pablo II lo aprobó como tal con el decreto del 27 de enero del 2000.

El consistorio convocado de Papa Francesco el 30 de septiembre de 2013 ha determinado la voluntad de proceder con la canonización de Juan XXIII según la el proceso llamado pro gratia. La legislación canónica preeve, por motivos favorables, se pueda proceder a la canonización de un beato aun sin el certificado de un nuevo milagro.

Papa Francesco ha querido Juan XXIII santo por la actualidad de su ejemplo y su enseñanza. El testimonio de vida cristiana de Papa Roncalli, la coherencia con la que enseño y cómo vivió con fidelidad cotidiana su vocación, la urgencia de una renovación evangélica para despertar la Iglesia, su intuición pastoral y grandes de horizontes abrazados y “ un faro luminoso para el camino que nos espera", come ha dicho el papa Francesco.

Algunos aspectos son de esencial importancia en el camino presente y próximo de la vida de la Iglesia: El fuerte empeño de Juan XXII por la paz, por el dialogo, por el ecumenismo, por la misión de la Iglesia. Todas las dimensiones en las cuales se reflejan las líneas del magisterio de Francisco. Sobre todo la predicación de la paz, expuesta en la doctrina con la encíclica Pacem in terris, “que ha aportado en todo el mundo el eco de las necesidades de la Iglesia para la construcción de un perdurable acuerdo entre los pueblos”. Después la apertura al dialogo, con los cristianos de otras Iglesias, con los representantes del mundo hebreo y musulmán “ y con los hombres de buena voluntad”. Ahí Roncalli demostró ser un gran constructor de relaciones y un válido promotor de la unidad, dentro y fuera de la comunidad eclesiástica, abriendo una nueva etapa en las relaciones interreligiosas. La atención que el Papa Juan XXIII tuvo en cada momento de su servicio eclesiástico a la misión es otro motivo de actualidad y por esto la contemporaneidad de su canonización. El amor por la tradición de la iglesia y el conocimiento de su constante necesidad de renovarse, realizado con el Concilio Vaticano II, idea suya, preparado y abierto, nos deja la herencia viva de sus enseñanzas, que estimulan a los creyentes a pasar de una idea de Iglesia separada del mundo, cerrada a la defensiva como una ciudad amurallada contra sus adversarios, a una iglesia viva en la fe, cercana a los hombre y deseosa de contribuir al bien de todos.

 

 

Fecha de actualización: 21/05/2014