9/01/2017
El lunes 9 de enero, el Papa Francisco recibió a los Embajadores y a los demás funcionarios del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede en la Sala Regia del Vaticano para el tradicional intercambio de felicitaciones por el Nuevo Año.
En dicha ocasión, El Santo Padre pronunció un extenso discurso centrado en el tema de la paz, en el cual expresó su deseo de que en este año “crezcan en nuestros países y sus pueblos las oportunidades para trabajar juntos y construir una paz verdadera”.
El Pontíficemanifestó que “la paz es un desafío, porque es un bien que no se da nunca por descontado y debe ser conquistado continuamente” y “un compromiso, porque requiere el trabajo apasionado de toda persona de buena voluntad para buscarla y construirla”.
Al recordar la reciente celebración de la 50 Jornada Mundial de la Paz, instituida por el beato Pablo VI , citó la Constitución pastoral Gaudium et Spes, subrayó que la paz “no se reduce sólo al establecimiento de un equilibrio de las fuerzas adversarias, sino que más bien exige el compromiso de personas de buena voluntad sedientos de una justicia más perfecta”.
A ese respecto, siempre citando las palabras del Beato Pablo VI, destacó que ‘el desarrollo es el nuevo nombre de la paz’ y aseguró que no puede existir una verdadera paz, si esta no se parte de una visión del hombre que sepa promover su desarrollo integral, teniendo en cuenta su dignidad trascendente.
En este sentido el Pontífice manifestó “la viva convicción de que toda expresión religiosa está llamada a promover la paz”, aunque constató que “desgraciadamente, todavía hoy, la experiencia religiosa, en lugar de abrirnos a los demás, puede ser utilizada a veces como pretexto para cerrazones, marginaciones y violencias”.
De ahí, hizo referencia al terrorismo de matriz fundamentalista, que durante el año pasado segó la vida de numerosas víctimas en todo el mundo y dirigió un llamado “a todas las autoridades religiosas para que unidos reafirmen con fuerza que nunca se puede matar en nombre de Dios.”
Además, expresó que el terrorismo fundamentalista “es fruto de una grave miseria espiritual, vinculada también a menudo a una considerable pobreza social que sólo podrá ser plenamente vencido con la acción común de los líderes religiosos y políticos”.
Por eso, señaló que la autoridad política no debe limitarse a “garantizar la seguridad de sus propios ciudadanos, sino afirmó que a los gobiernos les corresponde la responsabilidad “de evitar que se den las condiciones favorables para la propagación de los fundamentalismos”.
Precisó que “eso requiere adecuadas políticas sociales que combatan la pobreza, y que requieren de una sincera valorización de la familia, como lugar privilegiado de la maduración humana, y de abundantes esfuerzos en el ámbito educativo y cultural”.
A tal fin, también indicó que hace falta garantizar “en el espacio público el derecho a la libertad religiosa, reconociendo la aportación positiva y constructiva que ésta comporta para la edificación de la sociedad civil”.
Por otra parte, resaltó que “es necesario un compromiso común favor de los inmigrantes, los refugiados y los desplazados, que haga posible el darles una acogida digna” y que, al mismo tiempo, ofrezca “la posibilidad de una integración de los inmigrantes en los tejidos sociales en los que se insertan, sin que éstos sientan amenazada su seguridad, su identidad cultural y sus propios equilibrios políticos y sociales.”
Frente al problema migratorio el Pontífice exhortó a perseguir “el bien común internacional”. En ese sentido, agradeció a “todos los países que acogen generosamente a los necesitados”, entre los que citó a Italia, Alemania, Grecia y Suecia, además de recordar la acogida que han ofrecido el Líbano, Jordania y Turquía y el compromiso de diferentes países de África y Asia. Y por último, recordó a “los miles de inmigrantes centroamericanos que sufren terribles injusticias y peligros en su intento de alcanzar un futuro mejor, y que son víctimas de extorsión y objeto de ese despreciable comercio horrible forma de esclavitud moderna que es la trata de personas”.
Para leer el texto completo del discurso del santo padre al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede: