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El Papa Francisco en Scampia:«Negar el trabajo provoca esclavitud y delincuencia»

El sábado 21 de marzo el Papa Francisco quiso comenzar su visita a la ciudad italiana de Nápoles por el barrio popular de Scampia, barrio difícil y degradado en la periferia al norte de la ciudad que en los últimos años se fue convirtiendo en un lugar símbolo de la Iglesia comprometida en primera línea.

Allí el Santo Padre,  recibido por  el Arzobispo de Nápoles, el Cardenal Crescenzio Sepe, y por el alcaide de la ciudad, pudo reunirse también con la población local, los representantes del mundo de la cultura, de la legalidad, de los profesionistas, de la realidad del trabajo, de los marginados y migrantes.

En aquella ocasión el Papa Francisco , interrumpido constantemente por los aplausos de la multitud, denunció el actual sistema económico que «descarta a los jóvenes y los priva del trabajo, de la posibilidad de llevar el pan a casa».

Asimismo, el Santo Padre subrayó que «negar el trabajo provoca esclavitud y delincuencia» e invitó a los ciudadanos de  Nápoles a no rendirse luchar por la dignidad y a no callar ante la injusticia.

El Papa Francisco dirijió el mismo llamamiento a las instituciones ciudadanas, les recordó que  «una comunidad no puede progresar sin su respaldo» y los invitó a realizar una ''buena política'' que es «una de las manifestaciones más altas de la caridad, del servicio y del amor». 

Otro momento muy emotivo de la visita del Santo Padre en Nápoles y Pompeya se vivió cuando el Papa Francisco visitó el penitenciario Giuseppe Salvia en Poggioreale donde saludó a las personas en situación de detención institucional y luego compartió un almuerzo.

Al final el Santo Padre les entregó un breve discurso del que reproducimos a continuación algunos párrafos:

«A veces puede suceder que nos encontremos desilusionados, abatidos, abandonados por todos: pero Dios no se olvida de sus hijos, no los abandona nunca. Está siempre a nuestro lado, especialmente en la hora de la prueba; es un Padre ''rico de misericordia..".Es una certeza que consuela y da esperanza, especialmente en los momentos difíciles y tristes. Aunque en la vida nos hayamos equivocado, el Señor no se cansa nunca de indicarnos el camino del regreso y del encuentro con El...Es una certeza fundamental para nosotros: ¡Nada nos podrá separar jamás del amor de Dios! Ni siquiera los barrotes de la cárcel».

«Queridos hermanos: Conozco vuestras dolorosas situaciones: Me llegan tantas cartas -algunas son conmovedoras- de los penitenciarios de todo el mundo. Los reclusos viven a menudo en condiciones indignas de los seres humanos y después no consiguen reinsertarse en la sociedad. Pero, gracias a Dios, también hay dirigentes, capellanes, educadores, agentes pastorales que saben estar cerca de vosotros cómo se debe. Y hay algunas experiencias, buenas y positivas, de reinserción. Hay que trabajar en este ámbito, fomentar esas experiencias positivas que desarrollan una actitud diversa en la comunidad civil y también en la comunidad de la Iglesia. En la base de este esfuerzo está la convicción de que el amor puede transformar siempre a las personas. Y así, un lugar de marginación como puede ser la cárcel en sentido negativo, puede transformarse en un lugar de inclusión y de estímulo para toda la sociedad, para que sea más justa, más atenta a las personas».

«Os invito a vivir cada día, cada momento en presencia de Dios, al que pertenece el futuro del mundo y del ser humano. He aquí la esperanza cristiana: el futuro está en las manos de Dios. La historia tiene sentido porque está habitada por la bondad de Dios».

EL PAPA EN POGGIOREALE
Fecha de Publicación : 25/03/2015