Tras la ceremonia de bienvenida en la Casa Blanca el Papa Francisco se dirigo a la catedral de San Mateo en Washington, donde tuvo un encuentro con los Obispos de Estados Unidos.
En su importante discurso les aseguró de no estar intencionado a "trazar un programa o delinear una estrategia" ni de haber venido "para juzgarlos o para impartirles lecciones", sino les aseguró que ningún miembro de la Iglesia ni "de la nación estadounidense se sienta excluido del abrazo del Papa".
Sin embargo, los exhortó a que no utilicen un "lenguaje belicoso" y que no se limiten solo a "consignas y anuncios externos", porque hay que "conquistar espacio en el corazón de los hombres", sin convertir la cruz en "un estandarte de luchas mundanas".
Al contrario, los instó a ir al corazón del Evangelio, a ser humildes y abiertos, capaz de dialogar y de evangelizar curando las heridas de todos, porque "sólo la fascinación durable de la bondad y del amor son verdaderamente convincentes".
A ese respecto, les recomendó que cuiden en particular a sus sacerdotes "para que no caigan en la tentación de convertirse en notarios y burócratas, sino que sean expresión de la maternidad de la Iglesia que genera y hace crecer a sus hijos".
Además, el Pontífice quiso precisar que la predicación no tiene que ver con "complejas doctrinas, sino con el anuncio alegre de Cristo, muerto y resucitado por nosotros". "Nuestra mayor alegría es ser pastores, nada más que pastores" y no hombres perennemente en guerra contra alguien, agregó.
Al trazar el perfil del obispo, el Papa Francisco resaltó que "es útil poseer la prudencia del líder y la sagacidad del administrador", pero que asimísmo "no se les permite dejarse paralizar por el miedo". A pesar de que son numerosos los desafíos a los como obispos tienen que enfrentarse, les recordó que no deben "encerrarse en el recinto de los miedos", rememorando "un tiempo que no vuelve y preparando respuestas duras a las ya ásperas resistencias".
El Papa les indicó los temas irrenunciables de las misión de la Iglesia: "Las víctimas inocentes del aborto, los niños que mueren de hambre o bajo las bombas, los migrantes que se ahogan buscando un mañana, los ancianos o los enfermos de los que se querría prescindir, las víctimas del terrorismo, de las guerras, de la violencia y del narcotráfico, el medio ambiente devastado por una depredadora relación del hombre con la naturaleza",.
A tal respecto les advirtió que "no es lícito, evadir tales cuestiones o hacerlas callar", pero también les recordó que espera que la Iglesia en Estados Unidos "sea también un hogar humilde que atrae a los hombres mediante la fascinación de la luz y del calor del amor".
El Santo Padre quiso también referirse a los escándalos de la pederastia, asegurandoles estar consciente "de la valentía con la que han afrontado momentos oscuros de su recorrido eclesial, sin temer auto-críticas ni evitar humillaciones y sacrificios, sin ceder al miedo de despojarse de todo lo que es secundario con tal de volver a adquirir la autoridad y la confianza exigida".
"Sé cuánto ha pesado en ustedes la herida de los últimos años, y he acompañado su generoso compromiso para curar a las víctimas, consciente de que al curar siempre somos también curados, y para continuar actuando para que tales crímenes no se repitan nunca más" .
Finalmente, el Santo Padre les agradeció a los Obispos estadounidenses por su compromiso en la defensa de la vida y de la familia, se dijo conmovido por las gran generosidad que supieron demostrar hacia la Santa Sede y para la evangelización en muchas partes del mundo que sufren.
En particular, quiso concluir su discurso agradeciéndoles su gran esfuerzo la acogida de los migrantes. "La iglesia en Estados Unidos conoce como nadie las esperanzas del corazón de los inmigrantes. Ustedes siempre han aprendido su idioma, apoyado su causa, integrado sus aportaciones, defendido sus derechos, promovido su búsqueda de prosperidad, mantenido encendida la llama de su fe. Incluso ahora, ninguna institución estadounidense hace más por los inmigrantes que sus comunidades cristianas. Ahora tienen esta larga ola de inmigración latina en muchas de sus diócesis. No sólo como Obispo de Roma, sino también como un Pastor venido del sur, siento la necesidad de darles las gracias y de animarles".
Para leer el texto completo del discurso del Santo Padre: